Juan López
Por Juan López
De conformidad con la
constitución vigente, cada 5 años, el 7 de febrero se debe juramentar el
presidente electo. Esa es la razón por la que el ex senador y ex golpista Guy
Philippe, contando con una “fuerza de revoltosos” que le siguen, anunció que la
“revolución” llegará a Puerto Príncipe, el próximo 7 de febrero para formar un
nuevo gobierno y derrocar al primer ministro Ariel Henry que, desde el 2021,
encabeza gobierno de facto.
Previamente, Philippe ha
realizado varias acciones de protestas violentas y también amenazó con una
huelga general para los días 29, 30 y 31 de enero que no concitó el respaldo
que esperaba, por lo que esa intentona fracasó. Pero, la amenaza de la
“revolución para tomar el gobierno, el 7 de febrero, se mantiene.
Esa beligerante actitud
de Guy Philippe, quien recientemente cumplió una condena de cinco años,
en EE.UU, por corrupción y narcotraficante, es más “gasolina al
fuego” que tiene ardiendo a la vecina república de Haití. La aguda crisis que
padece, como producto directo de las bandas de delincuentes armados que
controlan gran parte del territorio haitiano, después del 7 de julio del 2021,
cuando se produjo el magnicidio del presidente Jovenel Moïse.
Como se sabe, Haití es
el país más empobrecido del hemisferio occidental, el de mayor corrupción, con
las más altas tasas de analfabetismo, de desempleo y de insalubridad del
continente. También es el país sin gobernante legítimo ni congreso desde hace
más de tres años. Es un verdadero Estado fallido con una profunda crisis
económica, social y política.
A este tétrico panorama
se le agrega el indolente comportamiento de las élites políticas, empresariales
e intelectuales, totalmente incapaces de ponerse de acuerdo para organizar un
proceso electoral democrático, equitativo y transparente para escoger nuevas
autoridades.
Los “orgullosos líderes
haitianos” esperan solucionar sus gravísimas crisis en los insistentes
pedimentos ante la comunidad internacional, en especial, las intervenciones de
la ONU, OEA, EE.UU, Canadá, Europa y las masivas emigraciones de su población a
países de la región y muy en particular hacia la República Dominicana (RD).
También esperan que la
intervención multinacional, autorizada por la ONU, que liderará con militares
de Kenia, asumiera el enfrentamiento contra las bandas delincuenciales para el
desarme y pacificación del territorio, y luego preparar, en un tiempo prudente,
las condiciones para elegir nuevas autoridades.
Sin embargo, la amenaza
y radical actitud de “la revolución” de Guy Philippe para instaurar un nuevo
gobierno, este 7 de febrero, y la confrontación que tiene el gobierno de
Kenia con la justicia que paralizó el envío de militares, ensombrece los
propósitos de la comunidad internacional a través de la ONU e induce al
agravamiento de la crisis hasta el posible estallido de una sangrienta
guerra civil, de consecuencias imprevisibles para Haití.
Lamentablemente, las
bandas armadas, laS decenas de partidillos, las confrontaciones raciales, las
incongruencias entre los grupos de las élites económicas e intelectuales,
incapaces de construir un consenso para solucionar sus gravísimas crisis
mediante un proceso democrático que les permita seleccionar, pacíficamente, sus
nuevas autoridades.
Esta reflexión es una
ferviente exhortación al pueblo y gobierno dominicanos a estar alerta y
muy atentos a esos peligrosos enfrentamientos que, sin ser alarmistas,
tienden a degenerar en una sangrienta guerra civil en la vecina república de
Haití, lo cual atentaría contra la paz social y estabilidad económica y
política de los países de la región y, muy en especial para la RD.