Entre 2 Dos

América Latina y el Caribe: la paradoja del agua abunda, pero no llega a los hogares

Escases de agua


América Latina y el Caribe concentran algunas de las mayores reservas de agua dulce del planeta. Sin embargo, millones de personas en la región no cuentan con acceso seguro y constante al recurso en sus hogares. Esta contradicción, que se repite con distintos matices en cada país, se ha convertido en uno de los mayores desafíos hacia el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) al 2030.

En países como Venezuela, la crisis del agua refleja el deterioro de los servicios básicos: más del 70 % de la población tiene acceso limitado y en estados como Nueva Esparta o Anzoátegui las familias pasan semanas sin suministro. En México, la sobreexplotación de acuíferos y la amenaza del “día cero” en Ciudad de México marcan una emergencia estructural. Uruguay vivió en 2023 la peor crisis hídrica de su historia, con agua salada en la llave por falta de lluvias. Y en Perú, más de 3,3 millones de personas aún carecen de acceso a agua potable, pese a la abundancia de ríos amazónicos.

El fenómeno también afecta a países con grandes caudales de agua. En Brasil, sequías históricas y olas de calor han golpeado a la Amazonía y al Pantanal, dejando comunidades aisladas y desplomando la producción agrícola e hidroeléctrica. En Colombia, casi una quinta parte de sus municipios es vulnerable al desabastecimiento, mientras Bogotá enfrentó un año de racionamiento sin precedentes.

La situación se repite en el Caribe y Centroamérica: Puerto Rico, Costa Rica, El Salvador y República Dominicana enfrentan problemas comunes de desigualdad en la distribución, pérdidas por fugas y contaminación. En el caso dominicano, el 78 % de la población se abastece de la red pública, pero solo el 26 % recibe servicio continuo las 24 horas.

Cambio climático y mala gestión: un binomio crítico

Expertos coinciden en que la crisis hídrica en la región no responde a una carencia absoluta de agua, sino a mala gestión, desigualdad, degradación ambiental y vulnerabilidad al cambio climático. Sequías más prolongadas, infraestructura envejecida y una distribución inequitativa que prioriza sectores como el turismo, la agroexportación o la industria son factores comunes.

“La solución no está solo en nuevas obras de infraestructura, sino en reconocer que el agua proviene de los ecosistemas”, afirmó Manuel Rodríguez Becerra, exministro de Ambiente de Colombia. La protección de páramos, glaciares, selvas y acuíferos, junto con inversión en saneamiento, reparación de fugas y una gobernanza sólida, son medidas urgentes para garantizar la seguridad hídrica.

Un recurso esencial, no un privilegio

El balance regional es contundente: América Latina y el Caribe deben actuar con planificación, inversión y coordinación. Proteger el agua como bien público esencial y no como un privilegio de pocos será clave para garantizar que las próximas generaciones puedan acceder al recurso más vital del planeta